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RELACIÓN ENTRE LOS DERECHOS BÁSICOS
Y EL MENSAJE PROFÉTICO
DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
por Silvia Ana Tosti o.f.s.
En memoria del hermano Ricky,
fallecido
en aroma de santidad
Soy católica y franciscana, vivo en este país y ahora, parte de mí se
encuentra posicionada en el orden del deber ser, precisamente en el sector que
atañe al mundo jurídico, y la otra parte intenta hacer equilibrio entre el
orden del ser y otra órbita del “deber ser”; esa que nos enseña el
Evangelio al cual nos hace llegar “el Pobrecito de Asís” tomándonos de la
mano, me refiero al sector vivo y exigente, el que no tolera medias tintas, el
que reclama (todo, porque todo lo dio), el que espera, Aquél a quien no se
puede engañar.
Por ello, cuando mi hermano y amigo Ricardo
Rabinovich-Berkman me invitó a participar en PERSONA sentí la tentación de huír
despavorida mas luego recordé que ese no es nuestro modo de resolver las
situaciones comprometidas, de suerte que aquí vengo a aportar otra visión que
dista mucho de adecuarse al “modelo jurídico” y también escapa a cualquier
esquema político partidista; es, ni más ni menos, un punto de vista
franciscano.
San Francisco de Asís (nacido Francisco Bernardone), fue un joven muy
rico, amigo de fiestas y bellos ropajes. Era un hombre de gran corazón que no
tuvo demasiado tiempo de estudiar antes
de su conversión. No sabía nada de Derecho, sólo conocía de Amor y de su
correlato, la Justicia; Francisco amó con tanta intensidad a la creación
entera que, sin proponérselo, señaló con claridad los derechos básicos
sobresalientes en un mensaje que en nuestro tiempo tiene tanta vigencia como en
el suyo.
Francisco nació en Asís en la Edad Media del poder feudal y de la lucha
aparentemente interminable entre papado e Imperio, del odio y resentimiento por
la saña y ferocidad con que los delegados imperiales germánicos ocupaban las
pequeñas ciudades que, como Asís, Terni y Espoleto, trataban de lograr su
independencia comunal. En tales contiendas, trataron de luchar nada menos que
contra el delegado del Imperio Cristiano de Maguncia, un arzobispo excomulgado
que había sojuzgado a estos pueblecitos en 1174.
Los asisienses quedaron marcados en el alma por estos y otros hechos, ellos
desconocían la vida social pacífica tal como se entiende y se busca hoy puesto
que la forma de paz
en esos tiempos consistía en vivir de tregua en tregua.
No cabe en este breve artículo desarrollar los avatares históricos de
la Ciudad de Asís en la complicada época en que vivió Francisco, hace más de
ochocientos años, solamente cabe
Desde luego que Francisco tomó partido y desde luego fue a dar con sus
huesos a la cárcel, oscuro lugar donde comenzó su luminosa conversión.
En la actualidad, Asís sería solamente una pequeña y hermosa ciudad de
la Umbria italiana de no haber mediado el estallido de amor, de paz, de
libertad, de compromiso, de entrega, de mensaje ardiente a favor de lo que hoy
llamamos Ecología, que tuvo inicio en aquella oscura, fría y húmeda mazmorra
y que provocan un temblor de
calidez especial en el corazón de
todo aquel que visita Asís por primera vez al encontrarse rodeado por los
brazos fraternales de la espiritualidad franciscana.
¿Qué
entendemos por “Derechos Básicos”?
Es una buena pregunta. Supongo que en este terreno cada persona pone o
quita alguno de una lista paranormativa que no siempre coincide con los moldes
de “derechos, deberes y garantías” tan bien estructurados y tan conocidos;
y es lógico que así sea – más allá de predilecciones -, porque los
“derechos básicos” se inordinan en la Ley Natural, aquélla que es propia
del ser humano en cuanto tal, la misma que es considerada como el verdadero
Derecho Objetivo.
Los franciscanos, seguidores como somos del Hermano Universal,
ensanchamos los límites de aplicación de la Ley Natural para abarcar en un
abrazo vital de fraternidad a todas las creaturas, desde las piedras, el sol, la
luna, las estrellas, el fuego, el viento, la nieve, la lluvia, el vegetal,los
animales grandes y pequeños hasta los hombres todos y entiéndase “todos”
en el sentido más amplio.
1-
El
Derecho Básico a la Vida
Por lo expuesto el Derecho a la Vida es el más básico.
Todo
el orden jurídico se viene abajo cada vez que se cercena el derecho a la vida.
Ella es tan preciosa que no cabe siquiera el más mínimo pensamiento de su
alteración
En tal sentido queda excluída de manera total y definitiva cualquier
forma de discriminación.
¿Con qué autoridad puede alguien juzgar o discriminar a un hermano?
El Señor rige Su Creación con el don de la vida manifestada de mil
maneras diferentes, con distintos pigmentos, culturas disímiles, creencias
diversas, estilos propios, errores, aciertos, igualdades, desemejanzas, luces y
sombras, todo hermoso, todo digno, todo bueno
y malo, todo original......igual que yo, y cuando un franciscano dice
“igual” quiere significar “ni mejor ni peor”.
Como sabemos, todo derecho básico reconoce un deber que oficia de
contracara.
El deber que conviene al derecho a la vida hunde sus raíces en la que
quizá sea regla de oro de la justicia: NO DAÑAR, abarcando todo lo que vive e
incluso el proyecto de vida; porque nada es nuestro. En el sentido trascendente
que le damos, el proyecto de vida
No es por casualidad que el Día de la Ecología se festeja el 4 de
octubre, esto es, en la festividad de San Francisco de Asís.
2-
El
Derecho Básico a Vivir en Paz
Nada
más necesario, fundamental y básico para la vida – para toda vida – que la
paz.
Opinamos que no existe causa de tanta trascendencia a cualquier nivel que
amerite una guerra porque toda contienda ataca de forma indiscriminada al valor
más grande que nos ha sido dado: la vida, infinitamente más valiosa que un
territorio, una ideología, ciertos intereses o el dinero.
Desde nuestra óptica nada es tan difícil ni tiene ribetes tan
comprometidos que no pueda solucionarse con una negociación.
Para ofrecer al mundo un mensaje de paz que pueda ser utilizable como
modelo en todos los tiempos es menester construírlo
imbuído de justicia ya que no se dan la una sin la otra, es más, la
justicia nos exige imperiosamente la reconciliación de todos con todos a fin de
establecer la paz particular y social, no sólo respecto del hombre, sino también
la de la hermana Tierra.
Existe una famosa parábola, muy cara a los franciscanos, acerca del
“Lobo de Gubio” que sirvió de instrumento hermenéutico para establecer la
implicancia del reclamo de la justicia cuando se trata de construír proyectos
de paz.
Se trataba de un lobo sanguinario que, muerto de hambre, asolaba a los
pobladores de la ciudad de Gubio devorando todo a su paso a punto tal que los
habitantes se atrincheraron en sus casas con sus animales y reservas
alimenticias.
Al principio, los hombres “más valientes” del pueblo, munidos de
todo tipo de armas, salían animosos por las noches en un intento de matar al
hambriento lanimal y en ese afán se mimetizaban al punto de emprender una lucha
de lobos contra lobo; con el correr del tiempo, los "licántropos"
desistieron debido a que muchos no regresaban del "campo de batalla";
por lo tanto, prefirieron encerrarse en sus propias guaridas con todas sus
pertenencias, no fuera que, cayendo en la tentación de compartir perdieran algo
más que la tranquilidad que ya les había sido arrebatada.
Así las cosas y dada la caótica situación, Francisco se sintió
conmovido partiendo de inmediato a las praderas al encuentro del lobo para
pactar la paz.
Llamado que fue, el legendario animal salió de su madriguera y en
presencia del santo que le encomendaba no continuar con su loca masacre, trató
con movimientos de su cuerpo de hacerse entender. El Hermano Universal comprendió
que habían sido el hambre y el miedo los que lo habían llevado a comportarse
de ese modo y le prometió: “Hermano Lobo... yo te prometo, de parte de los
hombres de esta tierra, atender a tu sustento, en cuanto estés
vivo, de tal manera que no padezcas hambre, porque yo sé muy bien que fue ella
la que te indujo a hacer tanto mal”. El lobo levantó su pata y la colocó en
la mano del santo con toda familiaridad, entonces dijo Francisco a los hombres
“Escuchad hermanos míos: el hermano lobo que está aquí delante de vos,
prometió y me juró hacer la paz con vosotros y de no ofenderos más en cosa
alguna si vos prometeis darle el alimento necesario; y yo quedo de fiador de que
él observará fielmente este tratado de paz”. Y de allí en adelante, se narra
que el lobo murió de viejo siendo llorado por toda la comarca que desde el
momento del pacto le había dado cobijo y alimentado. Este relato plasma en las
“Florecillas de San Francisco”, como si fuera cierto; sin embargo, nunca se
ha podido comprobar históricamente, entendiéndose que se trata de una parábola.
En tal sentido,se interpreta que el lobo de la leyenda representaría los
pueblos hambrientos que lanzan su ofensiva desesperada contra el mundo de la
abundancia, esto es, los habitantes del Tercero o Cuarto Mundo sojuzgados,
hambreados, sin oportunidades, víctimas de los grandes intereses que sin
pensarlo dos veces polucionan el medio
ambiente de mil maneras, testigos sin derechos de los que privilegian el ansia
de riqueza por sobre la vida de sus semejantes y también la de la hermana
Tierra, tal como apunta Manuel Carreira das Neves, ofm. Expresando “Al
recordar la parábola del Capítulo XI del profeta Isaías, cuando nos describe
el abrazo de la justicia y de la paz mesiánica, el autor de la leyenda del
‘Lobo de Gubio’ nos ofreció la
mejor síntesis acerca de la justicia como exigencia imprescindible para la
reconciliación y para la paz entre el mundo de la abundancia y el mundo de la
miseria, entre el ‘lobo terrible y feroz’ de la floresta y el lobo todavía
más terrible y feroz de la ciudad, el lobo del mundo industrializado y de la
era espacial, capaz de destruír de una vez y para siempre, no sólo la vida del
‘Hermano Hombre’ sino también la de la ‘Madre Tierra’ que habitamos”.
Lo que propone Francisco como modus operandi a fin de lograr la concordia
es que cada uno genere sus propias dotes que le permitan dialogar, perdonar y
reencontrarse.
En este aspecto, podemos afirmar que Francisco sentía un respeto afinadísimo
por los derechos existenciales.
3-
El Derecho Básico a vivir en una Sociedad Humana
Cuenta Ignacio Larrañaga que Francisco tenía en sí una vivencia de paz
tan intensa que un día mientras caminaba por un bosque se topó entre unos
arbustos con una tela de araña; embargado su corazón de admiración por su
perfección no reparó en que una mosca había caído en ella siendo rápidamente
cazada por la dueña de la tela. Ante este imprevisto triunfo del fuerte en
perjuicio del débil el santo se enojó pero inmediatamente reprimió todo
pensamiento dejando de lado la tristeza que sentía limitándose a exclamar en
alta voz: “Todo está bien, ¡nosotros no sabemos nada! ¡Todo está
bien!”.
Esta es una reflexión que, más allá de manifestarse con relación a
otras creaturas, demuestra una especial calidad humana que, trasladada al campo
social, fomentaría un clima de convivencia que tornaría mucho más grato
nuestro existir limando ciertas asperezas que ni siquiera hace falta mencionar.
El Hermano pensaba que cada hombre tenía una cualidad especial: en unos,
puede ser la belleza; en otros, la bondad o la simpatía, sin embargo con el
correr del tiempo al hombre al hombre se le acaban
estas atracciones innatas y se queda desnudo de todo, convertido en puro
hombre y, reflexionaba, es la hombre puro a quien más se debe amar.
Pensamos que el hombre tiene derecho a que lo aprecien y lo estimen sin
que medien sus atributos, pero para poder lograr esta utopía – que a
Francisco le brotaba tan naturalmente -, es preciso como paso previo purificar
el corazón; si así no sucede, advertía Francisco, somos más proclives a
servirnos de los hermanos en lugar de ponernos
su servicio.
En toda la historia de la humanidad aparecen como ejemplo contrario
algunos políticos que tienen en sus labios
los derechos de los más pobres con la intención inconfesada de servirse
de ellos. Sus promesas, luego incumplidas dejan a los pobres más desamparados
que antes a la espera de razones puros que practiquen el verdadrero Humanismo
propiciante de la reverencia al hombre despojado de todo atributo. Cierto es que
hay pocos humanistas verdaderos, como también es verdad que el más excelso fue
Cristo y que Francisco lo imitó a la perfección.
4-El
Equilibrio Ecológico como Derecho Básico
Nadie duda que vivimos inmersos en un desastre ecológico, fruto en gran
medida de la carrera absurda por la riqueza y el poder de algunos sectores.
La sociedad industrial y técnica ha colocado en lugar de preeminencia a
la parte calculadora del ser humano, que no es mala en sí misma pero que llega
a serlo si no se propende a la vez al desarrollo de su parte afectiva.
Obviamente las acciones de gratuidad no cotizan en bolsa y ello va en
desmedro de todos porque el hombre se incapacita, no puede vivir en armonía con
la totalidad de la vida sin que contra este mal resulten medicinas eficaces las
ideologías abstractas aparecidas en subsidio de genuinos sentimientos de
benevolencia hacia todos los seres.
Que quede claro que no desestimamos al progreso técnico, sino el espíritu
de apropiación y dominación que a veces lo inspira.
Los franciscanos tenemos un mensaje distinto; nuestro santo amaba todo lo
que tiene vida; conciente de la dignidad humana se colocaba a sí mismo como uno
más entre las criaturas, reconociendo a Dios en Su verdadera dimensión.
Francisco no permitía a sus seguidores de entonces, ni a nosotros ahora,
cortar, por ejemplo, un árbol de raíz por si la vida volvía a brotar. Estos
sentimientos le permiten al hombre entrar en perfecta armonía con la Creación
entera impidiéndole sentir deseos de apropiación pues somos una especie más,
hermanos de todas las demás y así participamos de la vida y la vida participa
en nosotros.
Insistimos en que lo antedicho no desplaza al progreso técnico-industrial
ni lo arrincona porque todo lo creado lo fue para servir al hombre, solamente
parece impropio el asedio de animales por un pretendido espíritu deportivo, la
crueldad para con la naturaleza en general, la experimentación que no sea
estrictamente necesaria y todo tipo de prácticas que degradan al hombre
enprimer lugar y dañan sin sentido a las demás especies.
Fue el Profesor Lyhn White, reconocido especialista en Ecología es quien
rescata el ejemplo de San Francisco y lo propone como Santo patrono de su
especialidad.
5-
El Derecho Básico a la No-Propiedad
El título de este acápite
puede hoy en día inducir a una hilaridad sin freno a la cual por cierto nos
venimos arriesgando desde el primer renglón, sin que por eso trepide la pluma.
Sin embargo, si recordamos que Francisco habiendo nacido en el seno de la
familia de un comerciante sumamente adinerado y pudiendo haber terminado sus días
entre la holganza y el placer, fiestas y preciadas mujeres tal como comenzó su
juventud, se enamoró perdidamente de la que él denominaba su dama Santa
Pobreza; si tenemos en cuenta que comenzando su camino de conversión y después
de haber regalado a los pobres cuanto tenía se desvistió en público en la
plaza comunal de Asís quedando totalmente desnudo para emprender su nueva vida,
cometeríamos un error si entendiéramos a la propiedad como un derecho
exclusivo y excluyente.
No queremos caer en el fariseísmo de afirmar: “nosotros, franciscanos
seglares, no tenemos bienes”.
¿Qué entendemos, entonces por propiedad?.
En realidad, la pobreza total de Francisco y sus seguidores es hoy, y
también lo fue en su tiempo, incomprensible. Él se negaba a tener bienes porque
entendía que al poseerlos también hubiera sido necesario defenderlos y esa
defensa hubiese acarreado, en primer lugar la necesidad de emplear armas,
circunstancia que hubiera dado por tierra con su convicción....y con la
nuestra.
Creemos que los bienes – todos y cualesquiera de ellos -, nos han sido
dados, por tanto no son nuestros aunque los hubiésemos adquirido con el
producto de nuestro esforzado trabajo. Sentimos que debemos administrarlos y no
acumularlos obstinadamente sin tener en cuenta la necesidad de otro hermano.
En pocas palabras, compartimos nuestros bienes, no tan perfectamente como
lo hacían las primeras comunidades cristianas, porque vivimos en un mundo que
aunque nos proponemos dejar sus reglas de lado siempre alguna se nos cuela.
Nuestro intento, renovado día tras día, como el timonel que al notar
que perdió el rumbo pega un golpe de timón y vuelve su barco al buen camino,
es precisamente lo dicho más arriba: compartir.
Esta aseveración es parecida a la comprensión de la propiedad con función
social, pero llega a mayores extremos.
Para nosotros no existe el derecho de propiedad (salvo el de nuestros
errores), existe sí el derecho a compartir los bienes.
¿Qué se trata de una utopía?, por supuesto y además toda una aventura
sumamente recomendable a aquéllos que marchan por la vida en la búsqueda de la
alegría y de la paz.
Desde el 3 de febrero de 1989 en
el seno de la O.N.U. los franciscanos constituímos
una Organización No
Gubernamental con la finalidad de participar y colaborar en tres áreas: Defensa
e integridad de la Creación (Ecología), Defensa de la Paz y Justicia con los más
necesitados.
Todo franciscano, regular o seglar puede afiliarse y colaborar en los
proyectos de la O.N.G.
Durante las festividades en conmemoración del VIII Centenario del
nacimiento de San francisco de Asís, en 1981, el entonces Secretario General de
la O.N.U., Kurt Waldheim marcó la trascendencia del ideal de paz del santo en
un discurso dirigido al mundo entero.
Asimismo, al año siguiente se hicieron eco los representantes de la
UNESCO, en la Reunión de París de 1982, en la oportunidad se puso de realce el
título y contenido de algunos textos reunidos por los hermanos franciscanos:
“Enfrentemos el armamento, que devora el pan de los pobres, declaremos la
paz”, el entonces Director General Amadeu-Mahtar M’Bow expresó “...Tanto
por el contenido de su mensaje como por la intensidad como la vivió, san
Francisco sigue entre nosotros. Mas hoy él no sólo se dirige al pueblo de Asís.
Su mensaje no se limita a Italia o a Europa. La voluntad que él transmitió de
anunciar la paz se convirtió en un imperativo universal” (Acta O.F.M. CII,
fasc. I-II 1983 , cit. Por Carreira das Neves).
Querido
hermano: ante esta apreciación franciscana de la vida y los derechos básicos,
usted puede adoptar muchas actitudes, por ejemplo, puede deshechar la lectura
lisa y llanamente, puede reírse de su contenido a mandíbula batiente, puede
sonreír y olvidar y también puede darse cuenta que este camino conduce a la
verdadera felicidad.
¡PAZ Y BIEN!
De Legisíma,Juan R. Ofm y Gómez
Canedo, Lino ofm. “Florecillas de San Francisco”, Clavería, México, 1993.
Leclerc,
Eloi “Sabiduría de un Pobre”, Ed. Marova, Madrid, 1998
San
Francisco de Asís. Escritos, biografías. Documentos de la Epoca B.A.C.,
Madrid, 1998